domingo, 17 de noviembre de 2013

La lista de los nombres olvidados - Kristin Harmel

Una tarde, cuando llevas un par de semanas sin leer y decides que quieres algo nuevo, entras a tu librería favorita y dejas el mundo fuera, en los adoquines manchados de la acera. Empiezas a abrirte a nuevos olores, tactos diferentes, nuevas historias. Algunas te llaman, irremediablemente. 

París, rojo y negro, cielo estrellado. Titulo efímero, todo lo efímera que puede ser la memoria. Promete, me convence. Le doy la vuelta y leo la sinopsis. 

"París, 1942. Rose Picard y Jacob Levy, dos jóvenes judíos, se enamoran apasionadamente en los días previos a la ocupación de la ciudad por los nazis. En la actualidad. La nieta de Rose, Hope, deberá encontrar a las personas que su abuela le ha escrito en una lista de nombres que desconoce. Tendrá que viajar a París para reconstruir el pasado de su abuela, una historia que cambiará su vida para siempre."

Es exactamente el libro que me gustaría escribir. Aunque gusto de todo tipo de géneros, siempre he sabido que, de sentarme a escribir, sería algo que mereciera ser recordado. Historias reales, que se entrelazan hasta límites insospechados, donde hasta el detalle más pequeño cobra un sentido tan grande que lo sientes en el alma. Historias sobre sentimientos, sobre pesares imposibles de expresar, tal vez sobre el amor sincero e incondicional, que traspasa los límites del tiempo.

Solo puedo decir que es un libro precioso. Ambientado en una de las épocas mas oscuras de nuestra historia, consigue transmitir toda la luz de aquellas personas que no se rindieron, que siguieron adelante. Día tras día, muerte tras muerte.

A veces es desgarradoramente visceral. Posiblemente cualquier mujer que empiece a leerlo pueda sentirse identificada con una de las generaciones. 

La crisis de una madre que no se valora, y que lucha por un sueño que no es el suyo, pero que le ha sido impuesto a base de azúcar y canela. Un sueño tan dulce que es imposible resistirse a hacerlo propio, y a darlo todo por sacarlo adelante. Una adolescente especialista en lecciones de moral, que posiblemente jamás tenga que aplicarse a sí misma, pues ya las lleva bien aprendidas. Y por supuesto, unos hombres maravillosos. Sinceros y atentos. Algunos. De los otros, mejor ni hablar, no lo merecen. 

La agónica frustración del Alzheimer, de sentir como los recuerdos llaman muy flojito a la puerta de tu mente, pero que se van flotando sobre la moqueta granate del pasillo, sin darte tiempo a levantarte del sillón tapizado con flores a abrirles la puerta. No saber si volverás a recuperarlos, porque ni siquiera recuerdas haberlos recordado. Sentir a tu lado a personas que te miran como solo puede hacerlo quien te ama y te conoce realmente, y no poder decir nada sobre ellos. Quiénes son, qué hacen en tu habitación. Si acaso ese perfume debería significar algo. Un momento, si, significa algo. No. Ya lo he olvidado. Ahora recuerdo aquel día, cuando tenía doce años...

En fin, un conjunto de preciosas piezas de puzzle, que nos muestran una vida marcada por la felicidad y la desolación a partes iguales. 

Si tuviera que resaltar algo sobre el aspecto técnico y lingüístico, ademas de que está fantásticamente escrito y traducido, con un ritmo perfecto, es el enorme regalo que nos hace la autora. Sabemos ciertas cosas antes de que sucedan, nos anticipa a los mejores momentos, y eso nos permite empatizar con todos los personajes, al ver que son capaces de llegar a buen puerto, que han descubierto por si mismos algo que cambiará su visión de la vida desde ese preciso instante. Un paso más, una pequeña victoria.

Lloré. Aprendí repostería mientras lloraba. Lloré mientras se me escapaban los recuerdos y las vidas, y sentí el sabor de un dulce mojado de agua de mar, a la luz de las estrellas del crepúsculo.

Nota: 9


1 comentario:

  1. Preciosa crítica,digna de un libro precioso. Poética crítica...Y siento alejarme un poco de esa poesía...Yo también lloré, lágrimas incontrolables, amargas unas veces, dulces otras entre tanta repostería; por lo poco que valoramos nuestra libertad, por como arrinconamos nuestros recuerdos, por prolongar en nuestros hijos nuestros miedos y nuestras dudas por mucho que nos empeñemos en evitarlo. Por lo poco que sabemos del verdadero amor. Por el poco valor que nos damos a nosotros mismos.

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