jueves, 10 de julio de 2014

NOS4A2 - Joe Hill

Es la segunda novela que leo de este género. La primera fue "El traje del muerto", también del mismo autor. Joe Hill tiene la habilidad de crear argumentos originales, palpitantes, locos, que transportan al lector a un mundo de suspense paranormal donde las preguntas ¿Hasta qué punto puede ser real?, ¿Y por qué no? son inevitables.

Está considerada una novela de terror, pero yo la definiría como una batalla entre  mundo real y un cúmulo de fantasías y pasajes interiores, que se solapan en las fronteras del mundo físico, traspasándolo y desgarrándolo, de la misma forma que tres hileras de dientes desgarran un brazo humano.

Podría decir que NOS4A2 es técnicamente perfecta. Hasta ahora no me había metido con este género, y la verdad es que me está encantando. Con un título y una portada reveladoras (que no "desveladoras"), me atrapó desde la primera página. 

"Victoria McQueen tiene un don especial para encontrar cosas: una pulsera extraviada, una fotografía perdida, las respuestas a preguntas incontestables. Con su bicicleta puede atravesar un mágico puente que, en cuestión de momentos, la lleva adonde necesita ir, ya sea al otro lado de Massachusetts o al otro lado del país.

Charles Talent Manx también tiene su propio don: sabe manejar a los niños. Los lleva a dar un paseo en su Rolls-Royce de 1938 con la matrícula NOS4A2 (Nosferatu). Con su viejo coche puede salir sin problemas del mundo cotidiano hacia las carreteras ocultas que los transportarán al asombroso —y terrorífico— paraíso de la diversión que él llama «Christmasland».

Y entonces llega el día en que Vic sale en busca de problemas… y encuentra a Manx."

Está perfectamente hilvanada. Todas, absolutamente todas las 650 páginas son importantes, incluso los agradecimientos. Cosas que se dejan entrever en los primeros capítulos tienen su explicación mucho después, a veces de una obviedad abrumadora, que provoca un inevitable: ¡Joder, pues claro, como no me habia dado cuenta!, y a veces no tanto. Es uno de los pocos libros que me ha dejado satisfecha con el final, con la sensación de que estaba todo dicho, a pesar de que las últimas páginas son totalmente frenéticas y que hay una pequeña puerta a una nueva historia. Manx solo ha hecho una parada para repostar. 

Respecto a los personajes, es imposible no sentir un cariño absoluto por Maggie y Lou. Dos polos opuestos con un punto en común: Vic. La protagonista está a la altura de su papel, perfecta en cada momento. Cae, flaquea, se derrumba. Pero encuentra su motivo. Manx y Bing son asquerosamente repelentes, tal y como se espera de ellos, pero podemos llegar a un atisbo de comprensión de sus macabras ilusiones. Y en Wayne encontramos una madurez que lucha por salir a la superficie, sin dejar que las reuniones de Alcohólicos Anónimos o la nieve de algodón de azúcar la sepulten.

La historia me ha cautivado, pero si tuviera que elegir algo, destacaría los toques "frikis" que Joe Hill ha ido incluyendo de manera sutil, tanto en referencia a otras novelas suyas y de su padre como al mundo de los cómics o al de los cuentos infantiles. Si lo miramos objetivamente, vemos como ha recogido con cuidado todas esas referencias y las ha hecho suyas, únicas, pervirtiéndolas maravillosamente.

Sin duda, me quedo con este párrafo:
Solo que sí estaban. Era extraño lo rápido que se había aclimatado a la idea, lo poco que le había costado aceptar la explicación de su supuesta locura. Aunque quizá no era tan increíble. Hacía tiempo que Lou había aceptado que cada uno llevaba dentro su propio mundo, tan real como el mundo que todos compartimos, pero inaccesible excepto para su dueño. Vic había dicho que podía traer el puente a este mundo, pero que, de alguna manera y al mismo tiempo, solo existía en su imaginación. Sonaba a delirio, hasta que recordabas que todo el mundo transforma lo imaginario en real constantemente. Cuando trasladan la música que oyen dentro de la cabeza a un disco, cuando imaginan una casa y luego la construyen. La fantasía es siempre una realidad esperando ser activada. 

Podemos recorrer la carretera a nuestro pasaje interior en bicicleta, en un Rolls-Royce modelo Espectro, en una reparada y reluciente Triumph o en un saco de letras sin fondo. Lo importante es encontrar el vehículo, y depositar una fe ciega en lo que estamos buscando.  

Y nunca, nunca, volveremos a escuchar villancicos sin recordar Christmasland. Si suena el teléfono en medio de los acordes de "Dulce Navidad", podemos darnos por muertos.

Nota: 9

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