lunes, 5 de mayo de 2014

La testigo - Nora Roberts

Perfecta en su línea. Me atrapó desde la primera página, pues la protagonista es más joven de lo acostumbrado, y supuse que nos obsequiaría con una evolución más detallada. 

Vemos a una chica oprimida, infeliz, que jamás ha conocido la alegría de un abrazo espontáneo o la complicidad de una mirada cariñosa. Para su madre, la neurocirujana Susan Filch, es tan solo un experimento genético, un ser que amoldar a su imagen y semejanza. Todo ha sido absolutamente prediseñado, hasta su privilegiado intelecto; a los dieciséis años habla varios idiomas, tiene una perfecta memoria eidética y está a punto de entrar en la universidad.
Susan no tolera opiniones propias, gustos o aficiones. Simplemente, Elizabeth ha nacido para obedecerla. Dietas estrictas, terapias y la mejor educación.

Esa tiranía desencadena una vorágine de rebeldía adolescente, en la que los carnets falsos, los cosmos y los taconazos pasan a ser el epicentro de la noche más liberadora que recuerda, hasta que deja de serlo, y se da cuenta de que un par de horas han bastado para decidir el resto de su futuro. Los tacones, plateados, olvidados en el jardín de los chicos que la invitaron a su casa. Tal vez correr sobre el asfalto descalza, mientras llama al 911, no sea suficiente para salvar su vida, pues acaba de presenciar un doble asesinato a manos de una importante organización de la mafia rusa. Y sabe que irán a por ella hasta que consigan liquidarla. Porque lo sabe. Porque lo ha visto.  

Nunca volverá a ser Elizabeth, ni siquiera Liz. A partir de ahora será Abigail, una mujer totalmente independiente, que valora la cotidianidad, la seguridad y la rutina por encima de todo.
Ha necesitado doce años para forjarse esa nueva identidad y aprender a convivir con ella. Lo tiene todo absolutamente estudiado y bien atado, dispone de una red informática y de seguridad perfectamente diseñada por ella misma, y trabaja desde casa para empresas privadas con altos honorarios, con su Glock en la cadera, y una de las de repuesto en el cajón de los cubiertos.

Disfruta de la soledad y del trabajo duro, con su perro como única compañía, pero a medida que avanza la novela, vemos que muchos de sus férreos principios no son más que fervientes autoconvencimientos, producto de la inseguridad y de la falta de cariño con la que se ha visto obligada a madurar.

Entonces, entre vinagres de frambuesa y especias, conoce a Brook, el jefe de policía de la comunidad donde se ha establecido por último. O más bien debería decir que Brook hace un torpe intento de acercarse a ella. Es de su jurisdicción, y está bajo su protección ¿no? es su deber conocer a todos los ciudadanos de su comunidad. Así que lo intenta, pero se topa con un muro impenetrable disfrazado de cortesía.

Al contrario de lo que pueda parecer, y muy al estilo de Nora Roberts, no se trata de una historia de amor. Si, es una historia en la que dos personas desconocidas forjan un vínculo que las lleva a querer compartirlo todo. Vivencias, complicidades. Pero es más. Es superación, admiración. Vemos como Abigail va demoliendo ese sólido muro, como va abriendo pequeños resquicios de su intimidad, y como va deslumbrando a Brook con cada detalle. Y sobre todo, como aprende a confiar en otra persona, hasta el punto de confiarle su vida, algo que jamás creyó posible. Era ella, se bastaba sola.

Y una vez conocida la felicidad ¿como volver atrás? ¿cómo obligar al hombre que se ha entregado a ella a esconderse? Porque los Volkov siguen su rastro. Sabe que no descansarán hasta verla muerta. Pero si alguien ha de plantarse, será Abigail. Y será la mejor decisión que haya tomado nunca. Vivir.


Nota: 9

1 comentario:

  1. No es muy mi estilo pero quizás debería darle una oportunidad. Me lo apunto.

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